Colonización
Podemos observar y comprender la debilidad de las democracias representativas actuales, las cuales están siendo cuestionadas por la falta de credibilidad de sus instituciones y la concentración de la riqueza. Al respecto, una hipótesis plausible es la carencia de ética, más la incoherencia o inconsistencia de la política exterior de estos estados.
Hasta hace poco, en el sistema internacional, los estados que violan los derechos humanos disimulaban y negaban sus actos. Utilizaban artimañas comunicacionales para señalar que había una conspiración en su contra y que las denuncias por crímenes de guerra o de lesa humanidad no eran más que inventos de actores interesados en denostar su reputación y credibilidad.
Esas estrategias las vimos en distintas dictaduras y gobiernos autocráticos, e incluso en democracias que, actuando fuera del marco del derecho internacional de los derechos humanos, evitaban reconocer la verosimilitud de las imputaciones que se les sindicaban -por mayor evidencia que se tuviera de ellas.
Hoy, en tiempos de la post verdad, vemos cómo se han normalizado las acciones que abiertamente no respetan el derecho internacional vigente, publicitando la voluntad de no respetar los derechos fundamentales, incluso de crímenes como el de limpieza étnica.
Hoy en día, cuando pareciéramos regresar a la anarquía en el escenario internacional (nuevamente), somos testigos de una comunidad global casi inexistente, ya que la unidad de valores y principios que se habían pactado en la carta de los derechos humanos de 1948, hoy no conminan a los estados a exigir el respeto de ellos. Hay evidencia respecto a una preferencia por anteponer los intereses comerciales y financieros.
En tiempos de una menor convicción por respetar los derechos humanos en general, los líderes mundiales optan por el silencio o el relativismo frente a discursos como el de Netanyahu, que ofrece, en el contento de campaña electoral, anexar el Valle del Jordán y el norte del Mar Muerto a Israel, en un claro acto de limpieza étnica y robo de tierras reñidas con las normas imperativas aún vigente en los tratados internacionales.
Posiblemente, desde la perspectiva normativa, no se les reconocerá legitimidad en dicho acto -si es que se ejecuta-, pero las democracias liberales que habían articulado el régimen internacional de los derechos humanos hoy callan ante el proceso de colonización que publicita el primer ministro de Israel, quien no quieren poner en riesgo sus intereses económicos y sus alianzas políticas.
En consecuencia, podemos observar y comprender la debilidad de las democracias representativas actuales, las cuales están siendo cuestionadas por la falta de credibilidad de sus instituciones y la concentración de la riqueza. Al respecto, una hipótesis plausible es la carencia de ética, más la incoherencia o inconsistencia de la política exterior de estos estados.
En efecto, los estados en la actualidad velan por intereses de corto plazo y comerciales, y sufren una severa amnesia de sentido de la política, de la dignidad de las instituciones y las leyes. En definitiva, la ausencia de estadistas es una realidad.
Ojalá no tengamos que esperar otra guerra mundial para que liderazgos humanistas vuelvan a escena poniendo a la dignidad humana nuevamente en el centro del resguardo del régimen internacional. Es decir, que sean capaces de limitar las razones de estado en vista a las normas superiores: el respeto y promoción de los derechos humanos.
Source: Eldesconcierto.cl
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