Cuando las protestas pacíficas y los informes son un crimen
Como palestino cuyo padre fue desplazado de Al-Ramla, considero que tomar parte en la Gran Marcha del Retorno es un deber. Como periodista, independientemente de los peligros, informar sobre crímenes israelíes es mi trabajo.
El 11 de mayo cargué mi teléfono móvil, llené mi automóvil con gasolina y me dirigí a participar en el séptimo viernes de la "Gran Marcha del Retorno" junto con miles de civiles en la Franja de Gaza. Como un palestino unirse a las protestas es normal, pero también soy un periodista e informar sobre la agresión israelí contra los manifestantes pacíficos es mi deber.
Llegué a la zona alrededor de las 16:45 cuando los manifestantes en la ciudad de Gaza, donde vivo, se reunieron. Los manifestantes compartían recuerdos y las historias que les habían narrado sus padres y sus abuelos de sus hogares en la Palestina histórica, de la vida antes de la Nakba de 1948, antes de que las milicias sionistas obligaran a los palestinos a abandonar sus hogares y el estado de Israel fuese creado.
Algunos de los manifestantes quemaron neumáticos y otros lanzaron piedras hacia los cientos de francotiradores israelíes al otro lado de la valla de alambre de púas que según la ocupación israelí marca el límite oriental de Gaza. Puedo decir con certeza que desde el comienzo de la "Gran Marcha del Retorno" ninguna de las piedras se ha acercado ni alcanzado a un sólo francotirador israelí. Los francotiradores se ubican a por lo menos 200 metros de donde están protestando los palestinos, por lo que las piedras no representan un peligro para ellos.
A pesar de esto, las fuerzas de ocupación lanzan consistentemente bombas de gas contra los manifestantes, utilizando lanzadores automáticos fijados a vehículos militares blindados o drones para hacer esto. Este año, el gas utilizado es extraño, los palestinos que los inhalan sufren síntomas que no han sufrido por los anteriores gases israelíes.
Algo estalló dentro de mi pecho
Aproximadamente a las 17:00 un grupo de periodistas, todos ellos con chalecos antibalas con la palabra "PRENSA" claramente marcada en ellos, estaban estacionados a unos 50 metros de la valla. La mayoría eran extranjeros o periodistas de canales de televisión y periódicos extranjeros. Tomaron sus posiciones frente a los manifestantes.
Me puse de pie y filmé una cometa volando sobre su cabeza, que estaba siendo atacada por las fuerzas de ocupación israelíes a través del uso de un dron. De repente, sentí como si algo golpeara la parte superior del lado derecho de mi espalda y una corriente eléctrica recorriera mi cuerpo. Entonces, algo explotó en mi pecho. Me habían disparado.
Periodistas y manifestantes se apresuraron a ayudarme, luego llegaron varios paramédicos y me llevaron a una ambulancia. Me llevaron al menos 200 metros porque las fuerzas israelíes atacaron ambulancias y equipos médicos que estaban más cerca.
La falta de equipo médico resultó en un diagnóstico incorrecto.
Me llevaron directamente a la UCI en el Hospital Al-Shifa donde recibí tratamiento sin demora, pero la falta de equipo médico apropiado me llevó a que me diagnosticaran incorrectamente.
Los médicos al principio pensaron que la bala, que penetró en mi espalda, solo dañó mis pulmones. Me pusieron un tubo en el pecho y lo vacié de la sangre que lo llenaba y afectaba mi respiración. Estaba mejorando.
Los resultados de una radiografía no mostraron signos de una bala o metralla dentro de mi cuerpo, los médicos pensaron que estaba limpio.
Sin embargo, horas después mi condición se había deteriorado y no podía soportarlo. Se realizaron más radiografías y pruebas, pero con el limitado equipamiento médico en Gaza, los médicos no pudieron identificar cuál era el problema.
Al día siguiente, un equipo de cinco cirujanos comenzó una operación para descubrir qué era lo que me estaba debilitando. Fue entonces cuando caí inconsciente solo para despertarme cinco días después.
Mis hermanos me explicaron que, aparte del daño a mis pulmones, la bala me había roto el diafragma y casi había dañado mi hígado, causando una hemorragia que llenó mi estómago de sangre. Tales lesiones, explicaron, podrían haberme matado.
Armas extrañas y venenosas
Dos días más tarde, me dieron de alta de la UCI, pero permanecí en el hospital, donde el personal médico atendió mis heridas. Para entonces, se habían infectado.
El Dr. Ata Muftah me dijo:
“La mayoría de los pacientes heridos por balas israelíes ven que sus heridas se infectan y posiblemente sea porque el ejército israelí usa sustancias venenosas”.
Estuve en el hospital por 20 días. Antes de irme pregunté sobre la bala o cualquier metralla que se había encontrado en mi cuerpo, pero los doctores dijeron que no habían encontrado ninguna.
"Encontramos el punto de entrada de la bala en la parte superior de la espalda, pero no encontramos la bala ni ninguna parte de ella", me explicó el cirujano Ashraf Al-Ashqar. "La metralla podría haberse disuelto o podría haber sido una bala de fibra que no se recogió en una radiografía", agregó.
Trol sionista amenazándome
Desde el comienzo de la "Gran Marcha del Retorno", que comenzó el 30 de marzo, utilicé más y más plataformas de medios sociales para mostrar al mundo la agresión de Israel y la injusticia que sufren los palestinos bajo la ocupación. Tres semanas después de que comenzaron las protestas, el 20 de abril, un troll sionista me dejó un mensaje: "Vamos a atraparte".
Me dispararon solo tres semanas después. Enfocado en medio de 20 periodistas. Si esto fue un cumplimiento de la amenaza, este es otro crimen cometido por Israel.
Fuente: Motasem A Dalloul, Middle East Monitor en Español / Traducción: Palestinalibre.org
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