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Farkha, la aldea ecológica palestina contra la ocupación

Farkha. Baker Hammad no logró mantener su dieta vegetariana por más de seis meses. "Me pareció una buena idea a favor del medio ambiente, pero me costó seguirla", dice el ex alcalde de Farkha, una aldea palestina en Cisjordania

Hammad, de 56 años, lleva bigote y chándal y se toma muy en serio el tema del medio ambiente. "Queremos que la gente comience a respetar y cuidar su entorno no sólo dentro, sino también fuera de sus hogares", dice Hammad.

El municipio de Farkha, de mil 500 habitantes, quiere predicar con el ejemplo y se ha convertido en la primera ecoaldea palestina. Con la renovada victoria electoral de la derecha en torno al jefe de Gobierno israelí, Benjamín Netanyahu, no se vislumbra el final de la ocupación israelí de los territorios palestinos, que ya ha cumplido cinco décadas.

Si bien a pequeña escala, muchos palestinos como Hammad están tratando de crear sus propios espacios de libertad. Farkha se encuentra en la cima de una colina al norte de Jerusalén. Por las laderas del monte se extienden terrazas pedregosas en las que crecen olivos. La ciudad ha sido conocida durante décadas como un bastión de la izquierda.

En las paredes de las casas se pueden ver graffitis con el símbolo comunista de la hoz y el martillo. En Farkha hay iniciativas como el "Club de Mujeres", arraigado en la ayuda mutua. Además, niñas y niños van juntos a la escuela primaria, lo que no es usual en Cisjordania.

El agrónomo palestino Saad Dagher pensó que éstas eran buenas condiciones para un proyecto medioambiental. Junto con Baker Hammad y voluntarios de la aldea, creó en 2011 un huerto para el aprendizaje de métodos de cultivo alternativos. "Pero no quería sólo una granja modelo, quería trabajar con toda la aldea", dice Dagher.

En 2013, el agrónomo de 53 años conoció a algunos habitantes de la ecoaldea portuguesa de Tamera, que le preguntaron si conocía un buen sitio para crear una ecoaldea palestina. Dagher respondió sin vacilar: Farkha.

Hammad, entonces alcalde de Farkha y productor de aceitunas orgánicas, introdujo la idea en la aldea en 2014 y dos años después Farkha se convirtió oficialmente en la primera ecoaldea en los territorios palestinos.

Hoy, cinco años después del inicio del proyecto, los resultados son dispares. Treinta de las 300 casas cuentan con una instalación de paneles solares, dice Dagher y explica que casi 40 hogares cultivan sus propias hortalizas, entre ellas patatas, cebollas y lechuga, sin utilizar plaguicidas.

Durante la caminata hacia la huerta de aprendizaje, Hammad señala los olivares. En algunos campos crecen hierba y flores, en otros sólo hay piedras. La agricultura ecológica y la agricultura convencional van de la mano.

Alrededor de una cuarta parte de los olivareros de la aldea trabajan hoy en día de forma orgánica y no utilizan pesticidas, explica. "Queremos cambiar la actitud de la gente, si bien lleva tiempo y no es fácil".

Muchas ideas tuvieron que ser pospuestas. "Aún no hemos resuelto el problema de las aguas residuales", dice. La iniciativa tampoco cuenta con el apoyo de todo el pueblo, sobre todo los jóvenes se muestran reacios, señala.

"Farkha ha difundido en los territorios palestinos la idea de la autosuficiencia, la soberanía energética y la renuncia a los plaguicidas", dice Nidal Atallah, coordinador de programas de medio ambiente de la Fundación Heinrich Böll, fundación política alemana cercana al partido de Los Verdes.

"En la cultura palestina, la agricultura comunitaria existe desde hace décadas", añade Nidal en la oficina de la fundación en Ramala. Sin embargo, el proyecto aún tiene que demostrar su valía, ya que la competencia israelí en el mercado de alimentos de los territorios palestinos es muy fuerte, asevera el joven de 31 años.

La hija de Baker Hammad, Salwa, tiene una visión crítica del proyecto. "La agricultura es importante, pero en medio de la ocupación, una huerta bonita no lo es todo", dice la activista de derechos humanos de 32 años, segura de que muchos jóvenes palestinos comparten su opinión.

Israel conquistó Cisjordania en 1967 durante la Guerra de los Seis Días y aún la sigue controlando ampliamente.

Hammad contradice: "Todo lo que plantamos y construimos aquí es una respuesta a la ocupación. La ecoaldea es para nosotros un pequeño resquicio de libertad", dice.

Por eso siguen adelante, ayudando a las mujeres a crear huertas o realizando talleres en las escuelas para sensibilizar a la gente sobre el medio ambiente.

 

Fuente: La Jornada - México

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