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Israel tiene las armas, nosotras nuestro cuerpo

Desde hace muchas décadas, las mujeres en Palestina han puesto su voz y su cuerpo en señal de resistencia frente la ocupación israelí.

1.-Las defensoras de derechos humanos contra la colonización de Palestina

En todas las manifestaciones ha repercutido el eco de sus gritos, más allá de muros y alambradas. Mujeres que son madres e hijas, pero que son, ante todo, el puño sobre la mesa de la dignidad de Palestina. Ponerse en los zapatos de estas mujeres implica asomarse a un escenario poco menos que infernal.

A día de hoy, los datos de las víctimas del sistema represivo israelí son ignominiosas: 46 mujeres en prisión y bajo el limbo jurídico absoluto y más de 10.000 detenidas desde 1967.

Este es el prontuario de un proyecto de ocupación cuyo fin es la lenta expulsión de los palestinos y palestinas de su tierra. Mientras en Occidente celebraremos la Navidad mediante los rituales de la opulencia, habrá mujeres ultrajadas en celdas militares a lo largo del territorio ocupado.

Israel ha puesto cárceles para el pueblo palestino en la misma casa del pueblo palestino.

2.-Un  día cualquiera

Un día cualquiera, la madre, la hija o la viuda que sustenta una familia entera sale a una manifestación. Tal vez ese día no retorne a casa.

Un día cualquiera se ha puesto en la primera línea de la protesta porque están matando hermanas y hermanos refugiados bajo una lluvia de bombas, o porque han demolido la casa de su vecina o porque hay un muro que separa su casa de la de su familia.

Ese día cae herida, o es detenida sin causa ni juicio. Tal vez de vuelta a casa sea intimidada o reciba amenazas a su familia. Como defensora de derechos humanos en Palestina pueden pasar tantas cosas…

Es probable que, tras la protesta, esta mujer haya llegado a casa indemne, haya abrazado a sus hijos y preparado los asuntos del día siguiente. Pero de súbito, al despuntar el alba, una tropa entera de soldados allana su casa, lo registran todo, atemorizan a sus hijos y la arrebatan de ellos entre empujones e insultos. Es arrastrada, maniatada y arrojada como un objeto, como una cosa en un coche militar.

Acto seguido, entra en la penumbra de una celda deliberadamente sucia y estrecha. Le llenan de preguntas, le humillan e invaden su intimidad, le aíslan, le machacan, una y otra vez, con cada segundo que marca el reloj. Ella pregunta, como K, el personaje de El Proceso: ¿de qué se me acusa? Y su voz se ahoga entre paredes rugosas.

La única diferencia entre una mujer defensora de derechos humanos en Palestina y el personaje de la obra de Kafka reside en que ella no pone el cuello para que sea degollada sin ninguna resistencia. Ella ha decidido gritar y organizarse.

3.-Palestina: En sus zapatos

¿Qué significa ser defensora de derechos humanos en Palestina?

Ponerse en los zapatos de una mujer que defiende los derechos de todo un pueblo no es simplemente leer las descripciones de la infamia; es, quizás, una cuestión más peliaguda. Es una cuestión de empatía ética con el lugar de la Tierra en el que se viven las injusticias más innombrables.

Palestina es como una “casa tomada”. La toma se ha efectuado a la fuerza. Los mecanismos represivos tienen muchos matices e Israel ha orquestado con perversa meticulosidad cada uno de ellos. Ha colonizado la casa y ha puesto nuevas paredes entre el salón y la cocina. Ya no se puede entrar a la cocina. Israel ha separado la familia y ha encerrado con llave en el sótano a tíos y sobrinos. Ha bloqueado la puertecilla del patio y emparedado las ventanas. Israel espera que los del sótano mueran y los que están en las habitaciones hacinados desistan de golpear las paredes levantadas. De modo que mujeres y hombres, niños y niñas empiezan a gritar y esto impide el descanso de los ocupantes. Entonces, por entre las rendijas que apenas comunican una planta y otra, Israel amedranta y amenaza.

Palestina es como una “casa tomada”.

No se trata de un relato de ficción. Se trata del día a día que encara toda la población de un Estado sin rostro definido, bajo la indolencia del mundo moderno. La ocupación colonial israelí tiene una larga historia. Desde los albores del siglo XX hasta hoy. Simultáneamente a esta historia se perfilan los pasos decididos de la resistencia. Esa resistencia tiene rostro de mujer.

Hoy ponen sus cuerpos, organizadas y con una larga experiencia detrás. Resisten como cuerpos colectivos a una lista numerosa de violaciones a los derechos humanos en general. El colmo de este panorama, siempre oscuro en su horizonte, es que el aparato jurídico de Israel ha construido mecanismos con los que blinda una ostensible acción represiva y criminal. Uno de ellos es el de la detención administrativa que penaliza sin causa el derecho a la movilización, protesta y libre asociación de quienes, al sentirse vulneradas, salen a gritar por sus derechos. Los procedimientos llegan al paroxismo. El ejercicio de la protesta tiene como respuesta arrestos, torturas e incluso la detención de menores de edad. He aquí el mapa aproximado de lo que significa ser defensora de derechos humanos en Palestina.

4.-La impunidad de Israel

El Estado israelí fuerza su proyecto expansionista ante la impotencia de la comunidad internacional

De igual forma, a día de hoy, todos estos actos delictivos, expuestos hasta el cansancio a instancias de organismos internacionales, ante diferentes comités de la ONU, ante la misma Asamblea General o ante el Consejo de Seguridad, parecieran no tener repercusión entre la comunidad internacional, en el sentido de hacer efectiva una condena ejemplar contra Israel. Como mucho, se ha asistido a la preparación de informes de denuncia o investigaciones adelantadas por distintas comisiones a las que se destina comprobar lo ya comprobado por la vía del dolor y sufrimiento de un pueblo, que de ninguna manera admite asomo de dudas.

Los crímenes de Israel son tan evidentes que este Estado pretende, al negarlos, tapar el sol con un dedo. Y no solamente un organismo como la ONU está en constante observación del panorama de impunidad que campea en torno a la cuestión palestina. Centenares de organizaciones de la sociedad civil y comités de base, cuya función consiste en promover y proteger los derechos humanos, enfrentan una situación de incómoda impotencia.

Mientras la población palestina padece la violación ininterrumpida de sus derechos fundamentales, todo el bagaje de investigaciones, informes, denuncias formales, resoluciones de la ONU se queda en “papel mojado”. La impunidad termina campeando en el escenario internacional e Israel al mismo tiempo mantiene su proyecto expansionista de anexión de tierras mediante fragmentación territorial y apartheid según criterios étnicos, religiosos y culturales.

En la mitología griega, Ortos era un perro de dos cabezas. Uno de los trabajos de Hércules consistió en darle muerte. Se asocia a Ortos con Cancerbero, el guardián de los infiernos. El mito resuena de forma contundente en la historia de la infamia que Israel ha fraguado contra Palestina. Pareciera verse reflejado en este relato mítico la intención de una potencia ocupante —protegida por Estados Unidos— de hacer de Palestina (Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este) un infierno dividido a manera de un laberinto.

Grandes masas de gentes retenidas en una cárcel a cielo abierto, bloqueada y hostigada sin descanso. Otra porción significativa aislada e incomunicada a través de muros, puestos de control, puertas metálicas y demás divisiones. Además, ocupadas por colonias de invasores israelíes que usurpan la tierra y los recursos que ella prodiga.

Estados Unidos, en recientes declaraciones, tiene la voluntad política de legitimar estas colonias, además de apoyar la anexión de facto y de jure de Jerusalén por parte de Israel. Cualquier solución de paz justa, se aleja, tal como si frente al peligro de un “Ortos”, no existiese, en esta comparación mitológica, un Hércules que tuviera la misión de poner fin a la presencia del perro de dos cabezas.

5.-El cuerpo y la voz

Union of Palestinian Women’s Committee, mujeres que luchan por la dignidad, la identidad y la memoria del pueblo palestino

Ante este memorial de injusticias todos y todas tenemos una responsabilidad no menor a la hora de defender los derechos humanos contra estas formas sofisticadas de racismo, apartheid y colonialismo a fin de alcanzar un mundo más justo e igualitario.

Hay buenas noticias a pesar de todo y aunque sean pocas. Fuera, en las calles de las ciudades y pueblos de Cisjordania, de Gaza y de Jerusalén hay mujeres que han sido invisibilizadas, pero también son impulsoras en la defensa de los derechos humanos. Han abierto brecha a contrapelo, en la lucha por la liberación nacional y han desafiado las visiones orientalistas que, desde Occidente las confinaba al lugar de agentes pasivas y víctimas de una sociedad “primitiva”. Con su voz y poniendo el cuerpo se han constituido en agentes políticos fundamentales dentro de su sociedad.

El libreto que había creado Israel para legitimarse se está cayendo poco a poco. La lucha contra la discriminación y la violencia de género ha sido una lucha que se orienta, en principio, a denunciar que, en tanto la ocupación colonial sionista se mantenga, la conquista de los derechos de la mujer se encuentra supeditada a la emancipación colonial del pueblo palestino.

La liberación de la mujer pasa perentoriamente por la eliminación del apartheid, la segregación racial, el memoricidio y la limpieza étnica que esgrime Israel en total impunidad hoy día. El papel de las mujeres en esta lucha es el papel de aquellas que “dan vida resistiendo”.

Ejemplo de esta historia es el de la Union of Palestinian Women’s Committe (UPWC). Mujeres en movimiento. Punto de referencia de la labor arriesgada de las defensoras palestinas de derechos humanos. La historia de UPWC es hasta hoy una historia que amalgama en un solo cuerpo la resiliencia de una comunidad de mujeres que ha decidido poner la igualdad como bastión de lucha y resistencia, en defensa de los derechos de todo un pueblo.

Su historia marca, sin duda, el horizonte de la dignidad, la identidad y la memoria del pueblo palestino durante la larga noche de la ocupación de su tierra. Estas mujeres poco a poco, con sus acciones están forzando un amanecer luminoso. Están en la calle acompañando a mujeres que fabrican esperanza a través de su trabajo cotidiano.

 

Fuente: Israel tiene las armas, nosotras nuestro cuerpo en la plataforma Voces Defensoras

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