La interminable guerra contra Gaza: Lo que Netanyahu espera conseguir acosando a los presos palestinos
La violencia que actualmente están padeciendo los prisioneros palestinos en las cárceles israelíes se remonta al pasado 2 de enero. Fue entonces cuando el ministro de Seguridad Pública de Israel, Gilad Erdan, declaró: La fiesta se ha terminado
Con el devenir de los años, los presos palestinos han demostrado sin lugar a dudas su tenacidad y capacidad para concebir formas de resistencia frente al ocupante israelí (Ramzy Baroud, foto vía AJE)
La violencia que actualmente están padeciendo los prisioneros palestinos en las cárceles israelíes se remonta al pasado 2 de enero. Fue entonces cuando el ministro de Seguridad Pública de Israel, Gilad Erdan, declaró: “La fiesta se ha terminado”.
“De vez en cuando, aparecen irritantes imágenes de cocina en las alas terroristas. Esta fiesta está llegando a su fin”, se citaba a Erdan en el Jerusalem Post.
Entonces, el llamado Comité Erdan recomendó varias medidas destinadas a poner fin a la presunta “fiesta” que incluían poner límites al uso del agua por parte de los presos, prohibir los alimentos en las celdas e instalar dispositivos de interferencias para bloquear el presunto uso de teléfonos celulares de contrabando.
Especialmente la última medida causó indignación entre los presos porque el uso estos dispositivos se ha vinculado con fuertes dolores de cabeza, desmayos y otras dolencias prolongadas.
Erdan añadió a su decisión la promesa de “utilizar todos los medios a disposición (de Israel)” para controlar las protestas de los prisioneros en respuesta a las nuevas restricciones.
El Servicio Penitenciario de Israel (SPI) “continuará actuando con toda dureza” contra los “disturbios” de la prisión, dijo, según informaba el Times of Israel.
Esa “fuerza dura” se impuso el 20 de enero en la prisión militar de Ofer, cerca de Ramala, en Cisjordania, donde una serie de ataques israelíes hirieron a más de cien prisioneros, muchos de los cuales sufrieron heridas de bala.
Las prisiones de Nafha y Gilboa también fueron atacadas con el mismo patrón violento.
Las redadas continuaron, lo que produjo mayor violencia en la prisión de Naqab el 24 de marzo, esta vez dirigida por la fuerza del SPI, conocida como la Unidad Metzada.
Metzada es la fuerza de “operaciones especiales para el rescate de rehenes” del SPI y es conocida por sus tácticas muy violentas contra los prisioneros. Su ataque a Naqab produjo heridas a muchos prisioneros, dejando a dos de ellos en estado crítico. Los prisioneros palestinos contraatacaron, según informes, apuñalando a dos guardias de la prisión con objetos afilados.
El 25 de marzo se llevaron a cabo más redadas de este tipo, también por Metzada, que se encargó de las prisiones de Ramon, Gilboa, Nafha y Eshel.
En respuesta, el liderazgo de los prisioneros palestinos adoptó varias medidas, incluido el desmantelamiento de los comités reguladores y cualquier otra forma de representación de los prisioneros dentro de las cárceles israelíes.
La descentralización de las acciones palestinas dentro de las prisiones israelíes dificulta mucho más el control de la situación por parte de Israel y permite a los prisioneros utilizar cualquier forma de resistencia que consideren adecuada.
Pero, ¿por qué está provocando Israel tales enfrentamientos cuando los prisioneros palestinos ya están sometidos a una existencia horrible y a numerosas violaciones del derecho internacional? E igualmente importante, ¿por qué ahora?
El 24 de diciembre, el asediado primer ministro, Benjamin Netanyahu, y otros líderes del gobierno de derechas de Israel disolvieron la Knesset (Parlamento) y convocaron elecciones anticipadas el 9 de abril.
Una de las estrategias más exitosas para los políticos israelíes en estos momentos es aumentar su hostilidad contra los palestinos en los Territorios Ocupados, incluida la sitiada Franja de Gaza.
De hecho, pusieron en marcha un festival del odio en la que participaron muchos de los principales candidatos israelíes, algunos pidiendo la guerra en Gaza, otros que se les diera una lección a los palestinos, que se anexara Cisjordania, etc.
Apenas una semana después de que se hiciera el anuncio de la fecha de las elecciones, se iniciaron de lleno las redadas en las cárceles.
Para Israel parecía tratarse de un experimento político bastante seguro y controlado. Imágenes de video de las fuerzas israelíes golpeando a los desventurados presos, acompañadas de declaraciones enojadas hechas por altos funcionarios israelíes, captaron la imaginación de una sociedad de derechas decididamente militante.
Y, al principio, eso es precisamente lo que ocurrió. Sin embargo, el 25 de marzo, un brote de violencia en Gaza condujo a una guerra limitada, aunque no declarada.
Una guerra israelí en toda regla en Gaza representa un gran riesgo en época de elecciones, especialmente porque los recientes acontecimientos sugieren que el tiempo de las guerras fáciles ya se terminó. Si bien Netanyahu adoptó el papel del líder rotundo decidido a aplastar a la resistencia de Gaza, sus opciones sobre el terreno son bastante limitadas.
Incluso después de que Israel aceptara los términos de alto el fuego mediado por los egipcios con las facciones de Gaza, Netanyahu continuó hablando de forma agresiva.
“Puedo decirles que estamos preparados para hacer mucho más”, dijo Netanyahu sobre el ataque israelí a Gaza durante un discurso de video transmitido a sus partidarios en Washington el 26 de marzo.
Pero, por una vez, no pudo hacerlo y ese fracaso, desde el punto de vista israelí, intensificó los ataques verbales de sus rivales políticos.
Netanyahu ha “perdido el control sobre la seguridad”, proclamó el líder del Partido Azul y Blanco, Benny Gantz.
La acusación de Gantz fue solo otro insulto en la serie de feroces ataques similares que cuestionan la capacidad de Netanyahu para controlar Gaza.
Una encuesta realizada por el canal de televisión israelí Kan el 27 de marzo, descubrió que el 53% de los israelíes creen que la respuesta de Netanyahu a la resistencia de Gaza es “demasiado débil”.
Incapaz de contrarrestar con más violencia, al menos por ahora, el Gobierno de Netanyahu respondió abriendo otro frente de batalla, esta vez en las cárceles israelíes.
Al atacar a los prisioneros, especialmente a los afiliados a ciertas facciones de Gaza, Netanyahu espera enviar un mensaje de fuerza y asegurar a su nervioso electorado que es un tipo con arrojo.
Consciente de la estrategia israelí, el líder político de Hamas, Ismail Haniyeh, vinculó el alto el fuego con el tema de los prisioneros.
“Estamos preparados para todos los escenarios", declaraba Haniyeh en un comunicado.
Lo cierto es que la guerra de Netanyahu-Erdan contra los prisioneros palestinos es estúpida y no se puede ganar. Se ha lanzado con el supuesto de que una guerra de esta naturaleza tendrá riesgos limitados, ya que los prisioneros están, por definición, aislados y son incapaces de luchar.
Bien al contrario, los prisioneros palestinos han demostrado, sin lugar a dudas, su tenacidad y capacidad para idear formas de resistencia ante el ocupante israelí a lo largo de los años. Pero lo que es más importante, es que estos presos están lejos de estar aislados.
Los casi 6.000 prisioneros palestinos en cárceles israelíes representan cualquier semblanza de unidad entre los palestinos que trascienda facciones, política e ideología.
Teniendo en cuenta el impacto directo de la situación en las prisiones israelíes sobre la psique colectiva de todos los palestinos, cualquier paso temerario más de Netanyahu, Erdan y sus matones del SPI dará pronto como resultado una mayor resistencia colectiva, una lucha que Israel no puede reprimir fácilmente.
Sobre el autor: Ramzy Baroud es periodista, escritor y director de The Palestine Chronicle. Su último libro es The Last Earth: A Palestinian Story (Pluto Press, Londres, 2018). Baroud es doctor en Estudios Palestinos por la Universidad de Exeter y profesor no residente del Orfalea Center for Global and International Studies, Universidad de Santa Barbara, California.
Fuente: Ramzy Baroud, The Palestine Chronicle / Rebelión (Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández).
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