'Las aspiraciones de la Convención de los Derechos del Niño no se han cumplido para la infancia refugiada de Palestina'
Los niños y niñas que nacen hoy en Palestina crecen bajo la ocupación militar más prolongada de la historia reciente, con poca esperanza de una solución política inminente. Trece estudiantes de UNRWA han sido asesinados y más de 375 han resultado heridos por el ejército israelí durante las manifestaciones en la valla de Gaza como parte de la llamada Gran Marcha del Retorno.
El treinta aniversario de la Convención de los Derechos del Niño es un buen momento para pararse y reflexionar sobre lo que la Convención ha supuesto para la protección de los derechos de las niñas y niños refugiados de Palestina, que viven hoy en el territorio Palestino ocupado. Cuando se adoptó la Convención, en 1989, se les prometió a los niños y niñas que sus derechos serían protegidos, promovidos y respetados. Sin embargo, hace treinta años también se cumplía el vigésimo segundo aniversario de la ocupación israelí mientras la primera intifada estaba en pleno fragor y la población refugiada de Palestina ya llevaban más de cuatro décadas desplazada.
En aquel momento, la Convención brindó esperanza a los niños y niñas refugiadas de Palestina: les habló de su derecho a estar seguros en sus hogares, a ir a la escuela, a acudir a un médico que los atendiera, a disfrutar de las oportunidades de aprender y jugar, y a estar protegidos con el fin de poder sobrevivir y desarrollarse.
Hoy, hay logros que celebrar en lo que respecta a los derechos de los niños y niñas refugiadas de Palestina estipulados en la Convención. UNRWA proporciona a cientos de miles de niños servicios educativos de alta calidad (incluso durante los tiempos de crisis) y acceso a servicios de atención de salud primaria eficientes a diario. Nuestras escuelas incorporan un currículo de derechos humanos, resolución de conflictos y tolerancia, único en la región.
Los niños y niñas nos han mostrado su felicidad, su alegría, sus logros, su resiliencia, su esperanza, su deseo de levantarse, de intentarlo de nuevo, de resistir, de alzar sus voces, de hacer cambios y de encontrar la manera de reclamar sus derechos. Y en todas las comunidades de Gaza y Cisjordania, incluida Jerusalén Este, hay muchas personas que están al lado de los niños y niñas para que se respeten sus derechos. Hay grupos de jóvenes, mujeres, voluntarios y voluntarias, administraciones locales, ONG, servicios sociales, organizaciones internacionales y UNRWA, donde nuestros compañeros y compañeras trabajan en 64 clínicas de salud primaria y 370 escuelas en toda Palestina. Además, nuestros trabajadores sociales, consejeros, oficiales de protección y voluntarios proporcionan un apoyo vital a los niños y niñas más vulnerables.
Aunque hay mucho que celebrar, también tenemos que reflexionar sobre los desafíos actuales y cómo las aspiraciones de la Convención de los Derechos del Niño no se han cumplido para la infancia refugiada de Palestina. Los niños y niñas que nacen hoy en Palestina crecen bajo la ocupación militar más prolongada de la historia reciente, con poca esperanza de una solución política inminente. Si queremos hablar de los desafíos para los derechos de los niños y niñas, tenemos que hablar no solo de la ocupación sino también de la violencia cotidiana, el conflicto armado en la franja de Gaza, la división palestina, y el desplazamiento prolongado. El impacto humano de estos desafíos debería estar muy presente en nuestras mentes.
Sus derechos, lejos de estar protegidos
Pienso en Amal, tiene 16 años y vive en el campamento de Dheisheh. Está continuamente preocupada por la próxima vez que los soldados israelíes entren en el campo. ¿Cuándo llegarán? ¿En mitad de la noche? ¿Justo antes del amanecer? ¿Habrá gas lacrimógeno, habrá disparos? ¿Qué niños serán arrestados, adónde los llevarán, quiénes protegerán sus derechos?
Mahmoud, de sólo diez años de edad, está luchando por su vida en Gaza. Se le diagnosticó una enfermedad grave que necesita medicamentos, cirugía y cuidados especiales. ¿Pueden conservar la medicina fría en casa? ¿Hay suficiente combustible? Los médicos que necesita y la cirugía que está esperando están en Jerusalén Este. ¿Cuándo llegará su permiso para que pueda recibir tratamiento médico fuera de Gaza? ¿Su padre puede viajar con él? ¿Cuánto tiempo se les permitirá permanecer fuera de Gaza? ¿Qué sucederá si se lanzan más cohetes desde Gaza?
En Cisjordania, incluida Jerusalén Este, detengámonos un momento a pensar en los muchos niños y niñas cuyos hogares están a punto de ser demolidos. Imaginemos a Niwal, de sólo nueve años, observando como los bulldozers aparcan cerca, preguntándose qué casa será la siguiente. Las demoliciones son rápidas, todo se destruye: la casa, las pertenencias, la sensación de seguridad.
También deberíamos pensar en Ahmed, de Beit Hanoun, cerca de la valla que separa Gaza de Israel. Tiene 15 años, pero hace tiempo que no va a la escuela. Su familia se pregunta por qué debería estudiar. Se las arregla como su hermano y sus tíos. Hace calor bajo el sol. La finca necesita atención constante o no habrá nada que cosechar pero es peligroso trabajar cerca de la valla. Los soldados siempre están preparados, con un disparo de advertencia o algo más. Es difícil ver que el futuro vaya a mejorar. ¿Cuándo es la próxima manifestación en la valla? ¿Quién escuchará su voz?
Trece estudiantes de UNRWA han sido asesinados y más de 375 han resultado heridos por el ejército israelí durante las manifestaciones en la valla de Gaza como parte de la llamada Gran Marcha del Retorno. Los campamentos de refugiados de Cisjordania son testigos de una media de 650 operaciones de seguridad al año, muchas de ellas se convierten en incursiones violentas en las que se usa munición real. Este año, ya ha habido aproximadamente 100 niños y niñas refugiados de Palestina desplazados como resultado de las demoliciones de hogares en Cisjordania, incluida Jerusalén Este. Como dejan claro estas estadísticas e historias, los derechos de la infancia distan mucho de estar protegidos de acuerdo a la Convención.
Para cada niño y niña, todos los derechos sin excepciones
La Convención sobre los Derechos del Niño fue una promesa que el mundo hizo a los niños. Cada derecho, para cada niño y niña. Sin excepciones. No se trata de geografía, ni de checkpoints, ni de zonas militares cerradas, ni de zonas de acceso restringido, ni de la Línea Verde. La Convención no menciona vallas ni muros. La Convención es una promesa para todos los niños y niñas del mundo: Amal y Niwal, Ahmed y Mahmoud. Y los derechos de la Convención tienen titulares que deben asumir sus obligaciones y exigir responsabilidades a quienes violan los derechos de la infancia. Deben respetar el hecho de que los derechos no son privilegios que pueden ser concedidos y revocados.
En este 30 aniversario de la Convención, nosotros, como UNRWA, debemos también hablar de los más de 70 años que los refugiados y refugiadas de Palestina han estado esperando una solución justa y definitiva a su situación. Mientras que la perspectiva de una solución política parece más lejana que nunca, la Convención le dice a los niños y niñas: “Estos son tus derechos, no tienes que esperar”.
Es vital que los niños y niñas escuchen este mensaje cuando crecen en un momento de tanta espera: esperar a las negociaciones políticas, a que se resuelva el conflicto, a que se levante el bloqueo, a que se ponga fin a la ocupación y, lo que es más importante, a que se encuentre una solución justa y definitiva a su difícil situación. La Convención merece ser celebrada porque recuerda a los niños y niñas refugiados de Palestina que no tienen que esperar al momento o el lugar adecuado para reclamar sus derechos. Y la Convención nos recuerda a todos y todas que tenemos que hacer todo lo que podamos para cumplir la promesa de la Convención. Para los niños y niñas refugiados de Palestina significa presionar para que se produzcan los cambios necesarios para que los derechos de la infancia se conviertan en una realidad hoy.
Foto: Niña juega a la comba en un edificio destruido en Gaza UNRWA / GAZA
Fuente: Matthias Schmale y Gwyn Lewis, UNRWA / El Diario - España
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