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Ocupación: Israel se prepara para convertir a los ciudadanos beduinos en refugiados en su propio país

En la segunda semana de octubre, 36.000 ciudadanos beduinos descubrieron que el Estado está a punto de convertirles en refugiados en su propio país, llevándoles a campos de retención.

La lucha durante décadas de decenas de miles de israelíes para no ser arrancados de sus hogares —algunos por segunda o tercera vez— debería ser prueba suficiente de que Israel no es la democracia liberal al estilo occidental que afirma ser.

En la segunda semana de octubre 36.000 beduinos —todos ellos ciudadanos israelíes— descubrieron que su Estado está a punto de convertirles en refugiados en su propio país, llevándoles a campos de retención. Estos israelíes, parece ser, son del tipo equivocado.

Su tratamiento tiene ecos dolorosos del pasado. En 1948, 750.000 palestinos fueron expulsados por el Ejército israelí fuera de las fronteras del recién declarado Estado judío establecido en su patria –lo que los palestinos llaman su Nakba, o catástrofe.

Se critica regularmente a Israel por su beligerante ocupación, su incesante expansión de asentamientos ilegales en tierra palestina y sus repetidos y salvajes ataques militares, especialmente sobre Gaza.

En raras ocasiones, los analistas también reparan en la sistemática discriminación contra los 1,8 millones de palestinos cuyos ancestros sobrevivieron la Nakba y viven dentro de Israel, aparentemente como ciudadanos.

Pero cada uno de estos abusos se aborda aislado, como si no estuvieran relacionados, en vez de cómo diferentes facetas de un proyecto general. Se discierne una pauta, una conducida por una ideología que deshumaniza a los palestinos allá donde Israel se los encuentra.

"El sionismo ofrece el hilo que conecta el pasado —la Nakba— con la actual limpieza étnica israelí de palestinos de sus hogares en las ocupadas Cisjordania y Jerusalén"

Esa ideología tiene un nombre. El sionismo ofrece el hilo que conecta el pasado —la Nakba— con la actual limpieza étnica israelí de palestinos de sus hogares en las ocupadas Cisjordania y Jerusalén Este, la destrucción de Gaza, y los esfuerzos coordinados del Estado para llevar a los ciudadanos palestinos de Israel desde lo que queda de sus tierras históricas hacia guetos.

La lógica del sionismo, aunque sus partidarios más ingenuos no consiguen comprenderla, es sustituir a los palestinos por judíos —lo que Israel denomina oficialmente judaización—.

El sufrimiento palestino no es un aspecto desafortunado del conflicto. Es el objetivo mismo del sionismo: incentivar a los palestinos que quedan a irse “voluntariamente”, para escapar de una mayor asfixia y miseria.

El ejemplo más crudo de esta estrategia de sustitución de personas es el tradicional tratamiento de Israel a los 250.000 beduinos que formalmente tienen la ciudadanía.

Los beduinos son el grupo más pobre en Israel, viviendo en comunidades aisladas principalmente en la enorme y semiárida zona del Negev, el sur del país. En gran parte fuera de la vista, Israel relativamente tiene las manos libres para sus esfuerzos por “sustituirles”.

Eso es por lo que, durante una década después de que supuestamente hubiera finalizado sus operaciones de limpieza étnica de 1948 y ganado reconocimiento en las capitales occidentales, Israel siguió expulsando en secreto a miles de beduinos fuera de sus fronteras, a pesar de que reclamaran por su ciudadanía.

Mientras tanto, se obligó a otros beduinos de Israel a dejar sus tierras ancestrales para ser llevados ya sea a zonas de retención confinadas o a asentamientos planificados por el Estado que se convirtieron en las comunidades más desfavorecidas de Israel.

Es difícil asignar a los beduinos, granjeros y pastores sencillos, el papel de amenaza para la seguridad, como se hizo con los palestinos bajo ocupación.

Pero Israel tiene una definición de seguridad mucho más amplia que la simple seguridad física. Su seguridad se basa en el mantenimiento de un domino demográfico absoluto por los judíos.

Los beduinos pueden ser pacíficos pero su cantidad supone una gran amenaza demográfica y su vida de pastores obstaculiza el destino que se les pretende dar, encerrarles dentro de guetos.

La mayoría de los beduinos tienen títulos de propiedad de sus tierras que preceden con mucho a la creación de Israel. Pero Israel se ha negado a respetar estas demandas y muchas decenas de miles han sido criminalizados por el Estado, y a sus pueblos se les ha negado reconocimiento legal.

Durante décadas se les ha obligado a vivir en chozas de hojalata o tiendas de campaña porque las autoridades se niegan a aprobar viviendas adecuadas y se les deniegan servicios públicos como escuelas, agua y electricidad.

El bloqueo del cultivo de dátiles y champiñones y de la producción textil es un ejemplo de cómo Israel asfixia a la industria y la agricultura palestinas, territorio que ve limitado el uso de sus materias primas y de sus importaciones y exportaciones.

Los beduinos tienen una opción si desean vivir dentro de la ley: deben abandonar sus tierras ancestrales y su forma de vida para reubicarse en uno de los asentamientos pobres.

Muchos de los beduinos han resistido, aferrándose a sus tierras históricas a pesar de las terribles condiciones que se les impone.

Uno de estos pueblos no reconocidos, Al Araqib, se ha usado para servir de ejemplo. Las fuerzas israelíes han demolido los hogares improvisados de allí más de 160 veces en menos de una década. En agosto, un tribunal israelí aprobó que el Estado cobre 370.000 dólares [331.000 euros] por los repetidos desahucios a seis de los vecinos.

El líder de 70 años de Al Araqib, el jeque Sayah Abu Madhim, pasó recientemente meses en la cárcel tras su condena por invasión de propiedad, aunque su tienda de campaña está a tiro de piedra del cementerio donde están enterrados sus ancestros.

Ahora, las autoridades de Israel están perdiendo la paciencia con los beduinos. El pasado enero, se desvelaron planes para el desahucio urgente y forzoso de casi 40.000 beduinos de sus hogares en pueblos no reconocidos so pretexto de proyectos de “desarrollo económico”. Será la mayor expulsión en décadas.

“Desarrollo”, igual que “seguridad”, tiene una connotación diferente en Israel. En realidad significa desarrollo judío, o judaización, no desarrollo para los palestinos. Los proyectos incluyen una nueva autovía, una línea eléctrica de alto voltaje, una instalación de prueba de armas, una zona militar de fuego real y una mina de fosfato.

"El objetivo es imponer a los beduinos unas condiciones tan espantosas que eventualmente acepten ser confinados definitivamente en los asentamientos en los términos de Israel"

En la segunda semana de octubre se reveló que se forzaría a las familias a ir a centros de desplazamiento en los asentamientos, viviendo en alojamiento temporal durante años mientras se decide su último destino. Ya se están comparando estos lugares con los campos de refugiados establecidos para palestinos como consecuencia de la Nakba.

El objetivo que apenas se oculta es imponer a los beduinos unas condiciones tan espantosas que eventualmente acepten ser confinados definitivamente en los asentamientos en los términos de Israel.

Seis destacados expertos en derechos humanos de Naciones Unidas enviaron una carta a Israel en el verano en la que protestaban por las graves violaciones de los derechos de las familias beduinas según el derecho internacional y defendían que eran posibles enfoques alternativos.

Adalah, un grupo legal para palestinos en Israel, apunta que Israel ha estado desahuciando por la fuerza a los beduinos durante siete décadas, tratándoles no como seres humanos sino como peones en su batalla interminable para sustituirles por colonos judíos.

El espacio de vida de los beduinos ha sido reducido una y otra vez y su forma de vida ha sido aplastada.

Esto contrasta de forma cruda con la rápida expansión de ciudades judías y ranchos agrícolas unifamiliares en la tierra de la que se está desahuciando a los beduinos.

No es difícil concluir que lo que está teniendo lugar es una versión administrativa de la limpieza étnica que los oficiales israelíes llevan a cabo de forma más flagrante en los territorios ocupados por motivos así llamados de seguridad.

Estas expulsiones interminables parecen menos una política necesaria y analizada que un tic nervioso ideológico y feo.

Sobre este artículo

El artículo Israel Prepares to Turn Bedouin Citizens into Refugees in Their Own Country  ha sido publicado originalmente en www.counterpunch.org y traducido para El Salto por Eduardo Pérez. Jonathan Cook ha ganado el Premio Especial de Periodismo Martha Gellhorn. Sus últimos libros son Israel and the Clash of Civilisations: Iraq, Iran and the Plan to Remake the Middle East (Pluto Press) y Disappearing Palestine: Israel’s Experiments in Human Despair (Zed Books). Su web es http://www.jonathan-cook.net.

Traducción: Eduardo Pérez, 

Foto: Una familia beduina.

 

Fuente: Jonatham Cook, El Salto

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